El Supremo prohibe jugar a la videoconsola en la cárcel
La vida en prisión se ha vuelto un poco más aburrida de lo que ya era. El TS ha ratificado la prohibición del uso de videoconsolas por parte de los penados. La razón: puede suponer un riesgo para la seguridad
Enviado el 15 de Abril de 2013
En una sentencia del pasado 28 de febrero, el Alto Tribunal unifica doctrina en materia de vigilancia penitenciaria y respalda el criterio mantenido por la Audiencia Provincial de Lugo que impidió a un interno la utilización de una videoconsola con módem marca PlayStation 2, con el argumento de una posible quiebra de la seguridad del centro penitenciario.
El Supremo entiende que la decisión es acertada y acorde con el artículo 51 del Reglamento Penitenciario, que señala los artículos y objetos no autorizados por suponer un peligro para la seguridad. La decisión también encaja con la relación de objetos prohibidos (elementos electrónicos de alta precisión y tecnología) recogidos en la Instrucción 3/2010 de la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias.
El auto de la Audiencia Provincial de Lugo –que ratificaba la negativa del Juzgado de Vigilancia Penitenciaria número 3 de la ciudad de mismo nombre- fue recurrido ante el Tribunal Supremo por el preso que había solicitado el uso de la videoconsola alegando contradicción entre la doctrina asumida por el auto recurrido y la mantenida en las resoluciones de contraste por él aportadas. Finalmente, el Supremo unifica doctrina y acaba con toda posibilidad de "jugar a la Play" en prisión.
Las partidas de videojuegos también se han visto amenazadas fuera de nuestras fronteras. En el año 2009, una prisión de Reino Unido, la penitenciaría de Rye Hill, prohibió a los reclusos la utilización de consolas PlayStation 3 para impedir que se comunicaran con el exterior a través de los sistemas de comunicación de la máquina.
Además, en aquella ocasión, temían que se utilizara para conectar a los presos entre sí, facilitando posibles motines y escapadas, según recogió en aquel momento The Guardian.